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El mundo de la fama, y más el de Hollywood, despierta una sensación de envidia en las masas. Las confronta con un “mi vida es aburrida, yo quiero ser como ellos, quiero ser parte de ese mundo”. El fenómeno se mantiene pese a la gran cantidad de escándalos que acosan el entorno hollywoodense. Pareciera que ver a las estrellas estrellarse despierta un morbo que exacerba más la envida.
El año pasado la noticia fue el suicidio de Robin William, humorista estadounidense que nos hizo reír con las más conmovedoras películas. En el 2015, otro humorista es el que nos está volteando las sonrisas para dibujarnos la mueca de un payaso triste, se trata de Bill Cosby.
El cómico estadounidense ha generado una inmensa polémica en todo el mundo, tras aceptar que drogaba a mujeres para tener sexo con ellas. En este orden de ideas, han sido numerosas las féminas que han acusado -varios años después de que ocurrieran los supuestos hechos- al humorista de violarlas.
Sin embargo, la palabra prescripción ha cobrado una significativa importancia judicial: en California, por ejemplo, la mayoría de los delitos sexuales deben ser denunciados antes de los diez años después de los hechos o antes de que la víctima cumpla 40 años para que no prescriban.
Bill Cosby, que este domingo doce de julio cumplirá 78 años, le ha recordado al mundo que la mugre detrás de los flashes puede oler peor de lo que cualquiera podría pensar.
¿Lo ayudará su fama, estatus y los tecnicismos legales a salvarse de cumplir su condena? El caso, no cabe duda, seguirá dando de qué hablar en los próximos días.
LS
Con información de El País.
Fotografía REUTERS/Lucas Jackson/Files.
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