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La revista científica PNAS publicó un estudio en el que se hace un llamamiento a la sensatez en cuanto a la transición a un nuevo modelo energético. El problema es que buscando la seguridad ambiental, también podría destruirse. Así la solución pasaría a formar parte del problema.

Investigadores de la Universidad de California analizaron 161 instalaciones industriales para generar energía solar, algunas solo planeadas, otras en construcción y otras plenamente operativas. Según sus resultados, la mayoría de esas instalaciones (375 kilómetros cuadrados) fueron ubicadas en ambientes naturales, sobre todo terrenos cubiertos de matorral que tuvo que ser eliminado. Además, el 28% de esas instalaciones, un total de 155 kilómetros cuadrados, había sido situado, o proyectado, sobre terrenos de cultivo o pasto.

“Nuestro estudio demuestra que el desarrollo de plantas solares es un motor para el cambio en la cobertura y en el uso del suelo, que son en sí mismos fuente de gases de efecto invernadero”, explica Rebecca R. Hernández, la investigadora jefa y especialista en la Universidad de California. “Es algo que hemos podido comprobar cuando las plantas se instalan en hábitats naturales, en vez de en áreas ya impactadas por el ser humano, como los techos de los edificios o los aparcamientos de grandes superficies”.

El entusiasmo frenado por una tortuga

Hernández cuenta la historia de una carrera y una tortuga. Siendo la carrera la competencia por el desarrollo de plantas de energía solar en California y la tortuga, de hecho, una tortuga.

“Llegó el momento en el que muchos empresarios de instalaciones solares querían celebrar: la aprobación de los permisos para comenzar a construir sus plantas. Pero entonces se toparon con la realidad: la necesidad de cumplir con una costosa, ardua y compleja mitigación de impactos ambientales, muchos de los cuales giraban en torno a la tortuga del desierto”. Desde entonces, el uso de terrenos naturales para la generación de energía solar está recibiendo mucha atención, no solo por las tortugas, sino por ecosistemas enteros.

Los autores del estudio denuncian que han observado daños medioambientales extensivos a causa de la ubicación descuidada de este tipo de instalaciones, “cuando simplemente con pensar prudentemente dónde situarlas puede aliviar ese daño”. Los impactos pueden ir desde un aumento de invasiones por parte de especies no nativas hasta el cambio en hábitats protegidos como respuesta a perturbaciones ambientales, igual que ocurre con el cambio climático.

Hernández asegura que tenemos la información, la tecnología y la motivación económica para lograr una transición rápida y eficiente a un modelo energético solar, pero a cambio no sabemos lo suficiente sobre cómo los ecosistemas áridos, de los que los humanos dependemos para muchas cosas, pueden ser restaurados después de una agresión importante, con muy pocos casos de éxito en los que poder basarnos.

“Tenemos que elevar nuestros estándares porque las apuestas son muy altas y las consecuencias nos afectarán a todos a nivel global. Lo que hagamos aquí en California va a ser analizado y reproducido en muchos otros sitios”, finalizó.

AG

Con información de El Confidencial.

Fotografía Gettyimages.

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