Un químico escocés que ha desarrollado un envase que se descompone en el agua en tres semanas
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DOBLE LLAVE – El terremoto de 7,1 que cimbró la tierra en México hace una semana, provocó que voluntarios empezaran a llevar cientos de botellas de plástico con agua para beber a rescatistas y damnificados, ahora un grupo de jóvenes planea llevar a cabo una alternativa que surge como una esperanza en medio de tantas pérdidas humanas y materiales.

Con el paso de los días, las botellas se transformaron en montones de basura que ahora un grupo de arquitectos quiere aprovechar para construir viviendas temporales de emergencia para pobladores del estado de Morelos, en el centro de México, que perdieron su hogar.

«Al ver la cantidad de botellas nos preguntamos qué hacer con ellas y en vez de volverlas basura las convertimos en parte de la solución», dijo Vanessa Rendón, una de las fundadoras de VIEM – Viviendas Emergentes con sede en Querétaro, unos 250 kilómetros al norte de Ciudad de México.

La iniciativa ha circulado a través de las redes sociales con una gran respuesta y se han creado centros de acopio de botellas en varias partes del país. El terremoto dejó más de 330 muertos en México y a miles de personas sin hogar.

Los organizadores, que quieren constituirse como una asociación civil, afirman que ya se han probado con éxito este tipo de viviendas temporales en otros países y que se han puesto en contacto con autoridades de Protección Civil para poner en marcha el proyecto.

Los plásticos, que deben llevar tapa y no estar aplastados, ya se están recolectando en universidades, barrios, parques, albergues y oficinas.

Alma Nareni Zúñiga, una doctora que decidió apoyar la causa, explicó desde un punto de acopio en Ciudad de México que vio el proyecto en Facebook y se interesó.

Las montañas de botellas de politereftalato de etileno, conocido como PET, se resguardan en bodegas prestadas. Serán enviadas a diversas localidades de Morelos, estado colindante con la capital mexicana, donde serán llenadas con adobe, lo que les da una resistencia mayor a la de un ladrillo, según VIEM.

Los muros se erigen con botellas rellenas que reemplazan los ladrillos y para unirlas se usa adobe en lugar de cemento.

Con unas 4 mil botellas rellenas se forman módulos de 3,95 metros de largo por 2,70 metros de ancho, donde pueden refugiarse temporalmente dos o tres personas. Los refugios tienen techo de agua y en el interior dos planchas, a modo de camas, aisladas del piso.

«Viviendas Emergentes nació para que la gente necesitada tenga un lugar donde resguardarse en tanto llega la ayuda del Gobierno», dijo Rendón, una de las líderes del proyecto junto con Christopher Franco, Gabriela Torres, David García y Santiago Guerrero, cuyas edades van de los 23 a los 30 años.

Este podría ser un paliativo para decenas de personas en pueblos pequeños o rancherías de los estados afectados, que se preguntan con desconsuelo cuándo volverán a tener un techo propio o podrán regresar a sus casas con sus animales, a sus comercios o parcelas.

Se trata, no obstante, de una medida de emergencia pensada como solución temporal mientras los damnificados reconstruyen sus casas o edifican nuevas.

En Jojutla, uno de los sitios más dañados en el estado de Morelos, hay devastación: viejos comercios y viviendas dañados, terrenos ya limpiados de escombros o ruinas. Allí se mandarán primero las botellas de PET recolectadas por esta iniciativa.

Según explican los organizadores, su propuesta no es nueva. Desde hace dos décadas se han implementado iniciativas similares en Colombia, Turquía, África y otros puntos de México. Quienes las promueven destacan su resistencia ante temblores no severos por carecer de estructuras pesadas.

«Estamos contemplando materiales sismoresistentes, es decir materiales flexibles, por ejemplo el PET o láminas de tetrapack», planteó Rendón, para quien ha sido «increíble» la respuesta obtenida.

Es por eso que los jóvenes ya planean llevar su proyecto a sitios como Oaxaca y Chiapas, en el sur, sacudidos por otro temblor previo, registrado la noche del 7 de septiembre, que dejó una estela de destrucción y un centenar de muertos.

«En Ciudad de México no funcionaría por la dificultad de los permisos de construcción y tampoco es práctico», comentó Fernanda Solano, una voluntaria de VIEM, cuya tarea es coordinar bodegas, transporte y centros de acopio en la capital mexicana. «Además la idea es llevar la propuesta a quienes más lo necesitan».

Ariadna García / @Ariadnalimon

Con información de dpa

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