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DOBLE LLAVE – La adolescencia es tradicionalmente una etapa complicada, a medio camino entre la infancia y la edad adulta. En Irak, Egipto, Jordania y Yemen se suman también problemas de violencia física y psicológica, abusos y frustración, según un estudio inédito de Save the

Children que también constata las ganas de estos jóvenes de superar cualquier dificultad y salir adelante.

El informe, elaborado a partir de las experiencias de 331 adolescentes de entre 12 y 17 años en los cuatro países señalados, concluyó que los menores, independientemente de su rango de edad, género o ubicación, están expuestos a elevados niveles de violencia en todos los ámbitos de su vida, desde la casa a la escuela pasando por la comunidad.

En los lugares analizados, los adolescentes dejaron ver que la violencia estaba presente «en todos los aspectos de su vida», ha explicado en la presentación del estudio Natalia Tapies, asesora de Save the Children para temas de juventud en Oriente Próximo y el Norte de África. «Y no solo en contextos de conflicto armado», apuntó.

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La seguridad es la principal prioridad citada en la mayoría de los grupos consultados, seguida de la educación y del deseo de poder expresar los sentimientos. El juego, en cambio, no figura en ninguno de los casos entre las tres principales reivindicaciones, ejemplo del fin de una etapa que estos menores no llegan siquiera a conocer o la dan ya por superada.

«A veces voy a las bodas de mis vecinos para bailar y divertirme, pero el resto del tiempo me quedo sola en casa. Siempre pienso en el mañana, cuando esté cansadísima de trabajar y las malas gentes me tiren piedras. Me gustaría que el mañana no llegara nunca», cuenta Samira, una yemení de 14 años que confiesa también que, en ocasiones, vuelve a casa llorando.

La casa, sin embargo, tampoco tiene por qué ser un lugar seguro. Sarah, de 17 años y residente en Jordania, relata el caso de una amiga que es «como un instrumento» al servicio de su familia, encerrada por orden de su padre. Tiene que «quedarse en casa para limpiar y cocinar», una tónica que se repite especialmente en el caso de las niñas.

Ni siquiera la escuela es muchas veces un refugio, como explica Hala, una chica jordana que vincula la violencia con el abandono de las clases. Hala afirma que «muchos terminan odiando la escuela y quedándose en casa, otros tienen problemas psicológicos, otros mienten a sus familias y les dicen que van pero no lo hacen porque tienen demasiado miedo».

Con información de dpa.

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