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DOBLE LLAVE – Todos tenemos un amigo que se fue de Venezuela, está por irse o quiere hacerlo. Si no lo tenemos, probablemente somos ese amigo. ¿Pero por qué todos parecen tan decididos en hacerlo?

La llamada fuga de cerebros o fuga de talentos es la emigración de universitarios formados académicamente en su país de origen que se van a otro para ejercer su profesión. De este modo, su país pierde recursos humanos y tanto la calidad como la cantidad de producción disminuye.

Según un estudio publicado en 2015 por la Universidad Central de Venezuela (UCV), de un millón 500 mil venezolanos que dejaron el país desde 1998, más del 90% tienen estudios universitarios, aunque no hayan terminado de cursarlos. 883 mil profesionales certificados emigraron a 22 países, siendo los más solicitados España, con 200 mil, y Portugal, con 110 mil.

El detonante es individual: ¿por qué se van los venezolanos de su país?

En Venezuela son muchas las razones por las que los jóvenes desean emigrar. Sin embargo, cada integrante de esta sociedad tiene necesidades diferentes porque, a pesar de que a todos nos engloba un mismo contexto, la realidad nos afecta de manera distinta a cada uno. Además, nuestro estilo de vida y las elecciones que hacemos influyen mucho en lo que nos lleva a tomar la decisión de irnos o quedarnos.

Erika, comunicadora social de 31 años, tocó fondo cuando nació su primera hija. Supo que la calidad de vida que necesitaba brindarle no la conseguiría en Venezuela. Sin embargo, para tomar la decisión de emigrar tuvo que poner en la balanza muchas cosas, dice: “No todo el mundo está preparado para dejar su casa, a su familia, a sus amigos, es un sacrificio muy difícil”. Sin embargo, cree que también existe otro grupo de personas que mantiene la esperanza y las ganas de seguir creciendo en Venezuela, a pesar de la crisis.

Rowdy es ingeniero en computación con MBA, tiene 40 años y dos hijos. A pesar de que sabe que hay que tener en cuenta muchos factores para tomar la decisión de irse del país, está consciente de que en Venezuela hay oportunidades interesantes, que existen empresas e instituciones que están apostando al futuro y desarrollo del país, que la educación en Venezuela sigue siendo de alta calidad y muy económica.

No obstante, pensaría en irse de Venezuela por sus hijos: “Hoy, cruzando la calle con mi familia, un tipo decidió tirarnos el carro y casi atropellarnos porque quería pasar primero. Mi hija terminó llorando y varias personas en la calle le gritaron al conductor. Nuestra sociedad está decayendo desde hace décadas, y cada año se acelera el proceso de descomposición social”.

Iván, comunicador social de 28 años, emigró a Colombia hace un par de años. Hoy en día ejerce el campo de su carrera que más le gusta: la realización audiovisual. Pero para conseguirlo tuvo que tener «mucha paciencia, capacidad de resolución, que aprender a tomar atajos, ser recursivo y tener la capacidad de planificar”. En otras palabras, quienes se van no deberían hacerlo sin una estrategia o será mucho más difícil, desde lidiar con los trámites hasta con el hecho de dejar atrás muchas cosas.

¿Fuga de cerebros o siembra de talentos?

Es difícil determinar que una situación es enteramente buena o mala. En este tipo de fenómenos pueden ocurrir muchos casos destacables, pero eso depende de la motivación y los propósitos de cada individuo.

Erika no está ejerciendo su carrera en España, y desde hace seis años que se estableció allá ha estado trabajando en el área de gestión de punto de venta, sales force y merchandising. Actualmente está emprendiendo un proyecto de marca de ropa para bebés.

Paralelo a eso, tiene dos hijas a quienes ha criado con tradiciones de su país de origen. Suelen desayunar con arepas e ir a menudo a sitios de comida venezolana, y entre ella y su esposo les hablan mucho acerca de los lugares y las costumbres autóctonas de nuestro país. “Tengo la esperanza y el firme deseo de poder volver a la Venezuela donde crecí y mostrársela a mis hijas”, dijo.

Por su parte, Rowdy emprendió una marca de cerveza artesanal en Caracas asegurando que “como con cualquier negocio, debe existir una evaluación de riesgo/beneficio, y hay beneficio siempre que estés dispuesto a asumir los riesgos”. También aspira exportar sus productos más adelante, por lo pronto están siendo distribuidos en el territorio nacional.

La mejor de las decisiones

Antes de ser profesionales, somos personas. Y las personas tenemos derechos de los que solo podemos disfrutar en esta vida. Escoger dónde residir es una decisión tan personal como escoger con quién casarse. Son muchas las aristas a tener en cuenta, así como los sacrificios que cada una conlleva, pero a fin de cuentas somos libres de elegir dónde trazar nuestro destino.

No existe una respuesta equivocada a irse o quedarse en el país. Con base en las posibilidades, pero mucho más en los deseos de cada quien, hasta la realidad puede quedársenos corta. A fin de cuentas, todos somos reemplazables en los trabajos, pero si hay algo que no podemos recuperar tan fácilmente es el tiempo.

Y… ¿qué viene después?

Nadie escoge con cuál piedra va a tropezar, pero la decisión que tome cada venezolano profesional puede asegurarle un futuro mejor si trabaja en ello. Inconvenientes se consiguen en todos lados, pero la capacidad de solventarlos es el reto que cada uno debe interiorizar. Y todos los esfuerzos son recompensados, por lo que ninguna decisión es la equivocada.

Hay que quitarse de la mente el pensamiento de que ahorita Venezuela no es un país para gente joven, al contrario, es preferible pensar que las oportunidades están a nuestro alcance siempre y cuando nos empeñemos en conseguirlas. “Seguir luchando” o “esperar que todo mejore” no son soluciones, realmente hay que hacer un esfuerzo individual para verlo reflejado en una realidad común.

A fin de cuentas, estemos donde estemos, si no trabajamos para vivir bien, terminaremos pasando trabajo para que otros vivan mejor. La esperanza siempre va a existir, no por nada todos nos sentimos en éxtasis al valorar lo que representa ser venezolano. Y eso es algo que nadie puede quitarnos.

Andreina Gutiérrez Romero

Con información de El Comercio

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