En Venezuela es necesario desarrollar planes concretos para mejorar la calidad de vida y merma la frustración ciudadana
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DOBLE LLAVE – Venezuela no es un país donde la ira social sea común, más bien hemos sido catalogados como la tierra de lo chévere, donde los problemas siempre pueden superarse.  No obstante en los últimos años algo ha cambiado, la presiones socio-políticas han hecho estragos en el comportamiento tradicional de los ciudadanos, cosechando una violencia que transciende la inseguridad y se justifica con frustración.

En los últimos meses los linchamientos ha pasado de ser un hecho alejado a un acto común que se apoya en la colectividad para juzgar a quienes perjudican el orden social del país, ya sea robando o atemorizando a los ciudadanos. Psicológicamente esta conducta ha sido asociada con la necesidad humana de hacer justicia cuando se cree que los sistemas competentes no están cumpliendo.

La socióloga y profesora de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Liliana Rivero, explica que este fenómeno no es ajeno para el país y que al igual que en la década del 2000 se debe “a la frustración que acumula la sociedad al no recibir soluciones ante la escasez o la delincuencia desatada”, y que alerta sobre una desesperación que puede conducir a un estallido social.

Las sociedades actúan a la par de sus necesidades, lo que puede suponer una evolución o un retroceso en su comportamiento racional. Sin embargo, antes de discernir sobre una posible regresión social, la especialista afirma que lo verdaderamente concreto es que el aumento de linchamientos “debe fungir como alarma para que el Estado atienda las demandas de la población”.

Rivero insistió en que la ira social desatada puede responder a la ausencia de autoridades que garanticen la seguridad socio-ambiental y alimentaria de los ciudadanos. Asimismo es necesario que estos actos no queden impunes, “las agresiones hacia cualquier ser humano son un delito y esto no cambia si esa persona era un ladrón u otra cosa” menos si se compromete la vida, “un asesinato es un asesinato, sin importar la víctima”.

Combatir estas reacciones violentas debe ser una prioridad, según señala la también activista de Derechos Humanos, “es necesario analizar desde la frustración y la violencia en sus diferentes niveles, hasta el desempeño de todo el sistema de justicia penal”, solo así podría combatirse las acciones que desatan la ira de quienes por su cuenta jamás atacarían a otro ciudadano.

En conclusión, los linchamientos van a continuar pasando sino se estudian las necesidades sociales y se cubren la brechas que están desatando una ira descontrolada, “la violencia va a disminuir cuando haya planes concretos para mejorar la economía y la productividad, que deberán ir de la mano con un reordenamiento social que rescate los valores humanos que están tan desgastados”, sentenció la socióloga.

Yelimar Requena

 

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