Los verdes árboles que desplegaban bosques inmensos han ido disminuyendo en nuestro continente
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DOBLE LLAVE – La tierra solía estar protegida por frondosos bosques y a su sombra era fértil y cuna de miles de especies. Pero el avance de la frontera agrícola en el norte argentino la expuso al implacable rayo del sol, altas temperaturas, arados constantes y agroquímicos. Al cabo de pocos años, aquella tierra rica sólo fue tierra yerma.

Latinoamérica sufre en carne propia las consecuencias de la deforestación, en algunas regiones aún descontrolada. Una problemática que preocupa a gobiernos, ciudadanos y organizaciones ambientalistas y que al celebrarse el 21 de marzo el Día Internacional de los Bosques, vuelve a salir a la luz de la opinión pública.

«La deforestación implica una gran pérdida de biodiversidad, genera cambio climático y nos vuelve más vulnerables a sus consecuencias. Una hectárea con bosques absorbe diez veces más precipitaciones que una hectárea con soja. Más desmontes es sinónimo de más inundaciones», sostiene Hernán Giardini, coordinador de la campaña de bosques de la organización ecologista Greenpeace en Argentina.

Los bosques son esponjas naturales que absorben los excesos hídricos, también hogar de animales e insectos que sin su protección ya empiezan a escasear en algunas zonas, como las abejas y los sapos. Las comunidades que viven y sobreviven de lo que los bosques dan, se quedan sin medios de subsistencia, además de que sueles ser desalojadas de su hábitat histórico.

Argentina se ubica entre los diez países que más deforestaron en el mundo durante los últimos 25 años al perder 7,6 millones de hectáreas, unas 300.000 por año, según un reciente informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). El país sudamericano reglamentó una ley de bosques, pero aún así continuó la tala ilegal.

Brasil es uno de los países más afectados por la deforestación en el mundo, dada también la gran extensión de la Amazonía que abarca su territorio.

Según datos del Instituto Nacional de Investigaciones de Espacio de Brasil (INPE), el ritmo de deforestación creció en un 29 por ciento en 2016 en relación con el año anterior, con una superficie de 7.989 kilómetros cuadrados perdida entre agosto de 2015 y julio de 2016.

Hasta 2005, el país sudamericano era considerado como el país que más superficie de bosques perdía anualmente en todo el mundo.

Los problemas tienen que ver en gran parte con la tala ilegal, un problema endémico en varios estados de Brasil. El país fijó como meta la reducción a cero de la deforestación ilegal hasta 2030 como parte de sus objetivos del Acuerdo climático de París, aunque en los últimos tiempos el Gobierno de Michel Temer impulsa proyectos para liberar zonas amazónicas para la agricultura, por ejemplo para el cultivo a gran escala de soja.

Los problemas con la tala ilegal también implican amenazas para activistas medioambientales. Según la ONG internacional Global Witness, en Brasil han sido asesinados 150 ambientalistas desde 2012.

México, otra nación con un grave problema de deforestación, también se propuso llegar a la meta de deforestación cero para 2030. De acuerdo a la FAO las hectáreas de bosques perdidos han disminuido desde la década de 1990 de unas 300.000 a 96.000 hectáreas anuales.

De acuerdo con cifras de WWF, México ha perdido al menos el 50 por ciento de sus bosques y selvas, principalmente por el cambio de uso del suelo para la agricultura, pero también por la tala ilegal de madera y los incendios forestales.

La deforestación puso también en peligro los bosques que albergan los santuarios de la mariposa monarca, que llega al norte de México cada año para hibernar.

En Paraguay la deforestación también avanza. «Las diferentes leyes de protección vigentes no se cumplen, lo que agrava el deterioro de los recursos naturales; la vida de plantas y animales silvestres y la calidad de vida del hombre, entre otros por la proliferación de enfermedades tropicales como el dengue y la malaria; a más de la vinchuca o chinche que avanza hacia las ciudades; a lo que se le suma ahora la entrada de la fiebre chikungunya», declaró el ingeniero agrónomo Fernando Díaz Shenker.

En tanto, en países como Uruguay se da un fenómeno distinto, como la plantación de árboles para la industria de la madera y el papel en casi un millón de hectáreas del pequeño país sudamericano.

Desde el punto de vista ambiental, la forestación intensiva mediante un monocultivo con especies foráneas sobre terrenos que eran pradera suele tener un saldo negativo. Sólo para empezar, el cultivo intensivo de árboles como el eucalyptus en zonas de pradera genera el descenso de las capas de agua subterráneas, con todas las consecuencias que puede traer esto.

Por Cecilia Caminos (dpa).

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