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DOBLE LLAVE – Bestia negra de Estados Unidos durante décadas, Fidel Castro sobrevivió al mandato de 11 presidentes norteamericanos, lo suficiente para ver a Cuba retomar las relaciones diplomáticas con Washington.

Su muerte sorprende ahora a Estados Unidos en plena transición política, cuando a Barack Obama le quedan menos de dos meses para dejar la Casa Blanca en manos del republicano Donald Trump.

Este será el primer presidente desde la revolución cubana en sentarse en el Despacho Oval sin que esté Fidel en Cuba. Yla gran pregunta es qué hará Trump, ahora que los dos países vuelven a ser amigos en la esfera diplomática.

El republicano inicialmente apoyó el deshielo e incluso acabar con el embargo, un bloqueo que Obama fue incapaz de levantar por la oposición en el Congreso procedente principalmente de legisladores de origen cubano. Después, en la recta final de la campaña, cuando necesitaba asegurar los votos de los cubano-americanos de Florida, dijo que daría marcha atrás, aunque sin dejar claro si consideraría llegar a la ruptura de relaciones con La Habana.

Trump está recibiendo la presión de legisladores de su partido que han basado su acción política en la oposición a la Cubacastrista y en la defensa del embargo y los cuales arremeten con dureza contra la actuación de Obama.

La desparición del hombre que convirtió a la isla caribeña en máximo enemigo de Washington durante la Guerra Fría añade así un elemento más de incertidumbre a la incógnita que ya estaba abierta sobre qué hará Trump cuando llegue a la Casa Blanca.

De momento acogió con júbilo la muerte del líder cubano. «¡Fidel Castro ha muerto!», tuitetó a primera hora de la mañana (local).

En un comunicado lo llamó luego «brutal dictador», cuyo legado se compone «de pelotones de fusilamiento, robo, sufrimiento inimaginable, pobreza y negación de derechos humanos».

«Nuestra administración hará todo lo que pueda para asegurar que el pueblo cubano pueda finalmente iniciar su viaje hacia la prosperidad y la libertad», aseguró.

Esas palabras no aclaran sin embargo si destruirá el legado de Obama, que a finales de 2014 inició el deshielo con la Cubade Raúl Castro, retomó con ella relaciones en 2015 y suavizó en lo que pudo el embargo con su poder presidencial. Entreotras cosas, flexibilizó las restricciones de viaje, facilitó transferencias de dinero desde Estados Unidos para apoyar al sector privado cubano y abrió la puerta a la importación de medicinas cubanas.

«Durante mi presidencia, trabajamos duro para dejar el pasado detrás de nosotros, persiguiendo un futuro en el que larelación entre nuestros dos países está definida no por nuestras diferencias, sino por todas la cosas que compartimos como vecinos y amigos», manifestó hoy en un comunicado muy lejano en sus formas al de Trump.

Obama se mantuvo al margen de los juicios de valor y recordó a Cuba la posición oficial del país que aún gobierna. «LaHistoria registrará y juzgará el enorme impacto de su figura singular en el pueblo y en el mundo a su alrededor», señaló sobre Castro. «En los próximos días (Cuba) recordará el pasado y mirará al futuro. Mientras lo hace, el pueblo cubano debe saber que tiene un amigo y un socio en Estados Unidos», añadió.

Mediante una directiva presidencial emitida en octubre, Obama intentó hacer «irreversible» la apertura a Cuba. Legisladores de origen cubano, como los senadores Marco Rubio (Florida) o Ted Cruz (Texas), que compitieron con Trumpen las primarias, presionan para que el nuevo presidente dé marcha atrás.

«El futuro de Cuba se mantiene en último término en las manos del pueblo cubano, y ahora más que nunca, el Congreso yla nueva administración deben estar junto a él contra sus brutales gobernantes y apoyar su lucha por la libertad y los derechos humanos básicos», manifestó hoy Rubio.

Esta misma semana, Trump nombró miembro del equipo de transición a Mauricio Claver-Carone, director ejecutivo de un lobby pro embargo, US-Cuba Democracy PAC, extremadamente crítico con el deshielo.

Puede ser una pista o no de la política que desarrollará Trump hacia la isla, porque hasta ahora el imprevisible presidente electo no ha expresado claramente qué hará con La Habana.

Peter Hakim, ex presidente del centro de análisis Diálogo Interamericano de Washington, expresó esta semana la sospecha de que quiera usar la política hacia Cuba como baza para contentar a quienes lo votaron en Florida. «Puede ser una oportunidad para que Trump o su secretario de Estado demuestren un poco de dureza, enmendando una pieza clave del legado de Obama y de este modo satisfacer a los partidarios de Trump en Miami», señaló.

En su reacción oficial a la muerte de Castro, Trump agradeció hoy el apoyo a los cubano-estadounidenses que lo votaron ycitó expresamente a los veteranos de la Brigada de Asalto 2506, grupo de exiliados que participó en 1961 en la invasión de Bahía de Cochinos, el intento por derrocar al líder cubano ahora fallecido.

Sara Barderas para DPA.

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