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DOBLE LLAVE – El medio de transporte más importante de Caracas ha venido reflejando en su transitar los padecimientos del país, y es que la crisis, la escasez y hasta la inseguridad parecen disfrutar también del viaje en Metro. Casetas cerradas, retrasos excesivos, fallas eléctricas, torniquetes dañados y escaleras paralizadas son lugar común en todas las estaciones.

En algunas se ha alegado que la paralización de los aparatos corresponde a la colaboración que el organismo está prestando a las medidas de racionamiento eléctrico del ejecutivo nacional. No obstante, expertos aseguran que los problemas no son nuevos en las  estaciones y que la actual crisis económica ha agravado lo que ya hace tiempo reina en el subterráneo.

Ricardo Sansone, miembro de la asociación civil Familia Metro, asegura que el tema del funcionamiento deficiente responde más a la falta de inversión, que no solo se ve reflejada en el deterioro del sistema o la debacle tecnológica del mismo, sino que también repercute en el personal que constantemente renuncia por no recibir sueldos adaptados a la actual demanda salarial.

“Si no hay personal, las casetas están abandonadas, nadie atiende las fallas de los pocos torniquetes que funcionan y la inseguridad hace fiesta en los vagones”, sentenció el especialista de la asociación, que intenta, a través de su labor, comunicar las verdaderas necesidades de un servicio que se debilita ante la excesiva población que lo requiere.

Actualmente el Metro de Caracas es la viva imagen del deterioro económico, lo que en los 80 fue un paso hacia la modernización latinoamericana, hoy día es reflejo de la falta de mantenimiento adecuado que requieren tecnologías como ésta, así como de la deficiente educación que se le ofreció a quienes hicieron del subterráneo parte de su cotidianidad.

Los problemas no son nuevos, pero jamás fueron tan graves

Sansone aseguró, que para mayo pudieron constatar un total de 11 escaleras paralizadas en la Línea 1 y un sinfín de torniquetes no solo con fallas, sino literalmente destruidos, y eso, por supuesto, sin contar lo que implica el mantenimiento cotidiano, que tampoco se está cubriendo por los altos costos que implica.

“Las escaleras de la Línea 1 son las más viejas del sistema. La división de Electromecánica está escasa de gente y repuestos. Antes el mantenimiento lo prestaba directamente la Schindler, pero el contrato lo absorbió el propio Metro y ahora no tienen cómo cumplir”, refiere Sansone.

Lo que se hereda no se hurta, dice el refrán, así los problemas de la Línea 1 se repiten en la 2, 3, y 4. Las fallas que siempre han existido en ningún momento fueron tan delicadas como ahora, porque jamás se vivió una amenaza de colapso tan latente.

Centradas en otros gastos, las autoridades han dejado de lado el mantenimiento preventivo y solo están realizando uno correctivo, no se trata de un problemas sino de un millón de ellos acumulados. Familia Metro lamenta reconocer que el tren es el sistema de transporte más inseguro, y no porque esté sometido por la delincuencia, sino porque en cualquier momento se podría paralizar.

Yelimar Requena

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