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DOBLE LLAVE – Aunque el debate sobre el acoso en ciencia y tecnología debía haber terminado hace ya un buen rato, numerosas manos seguían en alto esperando su turno. «Soy matemático y tengo miedo. ¿Qué puedo hacer ahora y qué no?», preguntaba uno de los asistentes conferencia científica anual de la AAAS (Asociación Americana para el Avance de la Ciencia), que concluyó este lunes en Austin, Texas.

Si bien es cierto que los científicos estadounidenses suelen ir en cabeza a la hora de reconocer un problema, el movimiento #MeToo les ha pillado desprevenidos. «No tenga miedo. Sea simplemente abierto. Sin un debate abierto, no podemos progresar en este tema», afirmaba Jodi Wesemann, de la asociación de químicos de Estados Unidos, tratando de tranquilizar a los estudiantes.

El movimiento contra el acoso sexual, que estalló en Hollywood el pasado octubre a raíz de las acusaciones contra el productor Harvey Weinstein, llegó también hace tiempo al sector científico estadounidense. Varios casos de acoso a investigadoras salieron a la luz desde entonces y el tema ensombreció la conferencia de la AAAS.

«La ciencia en Estados Unidos seguramente no sea en este sentido mejor ni peor que otros sectores», señala Shirley Malcolm, responsable de formación y personal en la AAAS. «Pero debemos abrazar abiertamente el problema y las soluciones. Debemos discutir abiertamente sobre ello y ser sinceros, no se puede ocultar más».

Está claro que los investigadores están librando una batalla interior. Si se consideran los primeros en el reconocimiento y solución de problemas, ¿cómo puede ser que Hollywood haya sido el que lo sacara a la luz? Y ¿cómo puede ser que las universidades y las asociaciones de investigadores estén reconociéndolo y proponiendo soluciones tan lentamente?

«Para nosotros esto es algo totalmente nuevo», confiesa Malcom. «Incluso aunque, al menos nosotras, las mujeres, sepamos del problema desde hace décadas y tuviéramos que haber iniciado el debate hace mucho tiempo».

Las instituciones y las asociaciones están preocupadas porque no saben de dónde sacarán el dinero y la capacidad para estudiar las acusaciones. Temen que haya científicos cuya carrera quede destrozada por falsas acusaciones y que las denuncias influyan de forma negativa en la financiación de instituciones de investigación.

Además, la ciencia es totalmente diferente a Hollywood, dice Jamie Lewis Keith, abogada de la consultora Education Counsel de Washington. «En la industria del entretenimiento se elimina a personas de películas o la película no se emite. Pero me parece que eso no funciona en nuestro sector», explica.

Según Meg Urry, astrofísica de la Universidad de Yale, las fuertes jerarquías y la mayoría de hombres en investigación, como en las ciencias naturales, derivan en que haya abusos sexuales en el sector. «No hay una igualdad de género en nuestra sociedad y nuestras instituciones científicas lo reflejan», señala. El problema del acoso es especialmente grave en los proyectos de investigación fuera de la universidad, apunta.

«Ya he perdido la cuenta de las mujeres que han venido a mí y me han contado sus experiencias», dice Urry. Como el caso de una joven que durante una conferencia científica se vio tan acorralada por un hombre mucho mayor que decidió pasar el resto del evento encerrada en su habitación de hotel. Otra mujer presentó los resultados de su investigación en un póster y un hombre preguntó: «¿Qué hay de atractivo en tu poster además de ti?»

Urry propone como solución unas reglas más estrictas, al igual que las que existen contra el falseamiento de resultados y el plagio. Algunas asociaciones de científicos, como por ejemplo la de geofísicos, ya han introducido nuevas normas. Y la Fundación Nacional para la Ciencia de Estados Unidos también añadió nuevas directrices a su código.

Por el contrario, en algunas universidades siguen sin existir normas que impidan que los profesores salgan con sus alumnas, lamenta Urry. Y eso debe cambiar, subraya. Además, los hombres también deberían mostrar su apoyo a las mujeres. «El cambio tiene que darse ahora», exige Urry. «Y solo puedo darles un consejo a las organizaciones de investigación: si quieren mantener una buena calidad, contraten a mujeres».

Christina Horsten (dpa)

Con información de dpa.

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