Especialista de Intelinvest observa que Venezuela no invirtió en infraestructura que genere flujo de caja
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DOBLE LLAVE En los últimos meses, la deuda externa de Venezuela ha sido un tema de interés nacional e internacional, por las implicaciones de liquidez y confiabilidad de financiamiento que presenta o tiene la nación.

El gerente de finanzas corporativas y estrategias de inversión de Intelinvest, Jorge Kamenar, enfatiza que actualmente la deuda venezolana alcanza los 58 mil millones de dólares y que el lapso de tiempo donde se emitió la mayor parte de ella fue entre los años 2005 y 2012.

Pese a que la emisión de deuda es una operación común a nivel mundial, para el experto, el problema reside en que “el país se endeudó para pagar gastos corrientes cuando debería haberse endeudado para pagar gastos de capital”.

Jorge Kamenar, gerente de finanzas corporativas y estrategias de inversión de Intelinvest

Así, Kamenar explica que la nación se debió “endeudar para desarrollar infraestructuras, construir refinerías, crear proyectos que después generaran flujo de caja”. No obstante, el dinero obtenido de la emisión de deuda se utilizó para “importaciones de comida y otros productos, fines políticos, gasto público corriente -no de inversión- y eso es un grave error, porque es usar el dinero en algo que nunca da retorno”.

País monoproductor

Venezuela es un país monoproductor, que obtiene el 98% de sus ingresos en dólares de la industria petrolera.

Esto causa que a nivel de divisas, la nación dependa de cuánto petróleo se produce y a qué precio lo vende, lo que es “algo extremadamente arriesgado e irresponsable”, porque el costo del crudo se fija en un mercado profesional que es altamente volátil, explica el economista y gerente de área de Intelinvest.

Kamenar enfatiza que Venezuela contaba con una entrada de 30 mil millones de lares al año, lo que alcanzaba para cubrir en deuda hasta $ 11 mil millones y dejar alrededor de 20 mil millones para el resto de los gastos e inversiones de la nación.

Sin embargo, en el periodo comprendido entre 2014 y el segundo semestre de 2016, el precio del crudo cayó precipitadamente. A pesar de ello, el país siguió cubriendo su deuda externa sin inconveniente.

Producción deficitaria

Relata en su análisis que, si bien es cierto que la merma en la producción petrolera y el bajo precio del barril han sido la principal causa de la crisis que sufre la deuda externa venezolana; el segundo motivo de esta debacle es la progresiva decadencia del aparato productivo.

“Venezuela es como una isla que depende del petróleo para obtener dólares y comprar los insumos que el país necesita, en vez de producirlos ella misma. Esto es consecuencia de un modelo económico incorrecto, donde se anteponía asignar dólares preferenciales a una tasa subsidiada, muchísimo más barata que su valor en la economía real” puntualiza Kamenar.

Al hacer de esta manera que en el país resultara más barato importar a causa del dólar preferencial, que producir, nos volvimos como nación “aún más dependientes del flujo de dinero”. Por ello y para evitarlo, la mayoría de los países tienen políticas de aranceles o impuestos hacia las importaciones, que protegen la producción nacional.

Un panorama de sanciones

Desde finales del 2016 se sufrió una acelerada disminución en el ingreso de divisas. Sin embargo, el Gobierno se había encargado y ocupado de cumplir con sus compromisos de pago.

No obstante, “después de las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), Estados Unidos implementó una serie de sanciones económicas para Venezuela, que implicaban básicamente que no se podrían contraer nuevos compromisos y por lo tanto  se impedía refinanciar la deuda existente mediante nuevas emisiones” explica Kamenar.

Restricciones de procesamiento

Venezuela sufrió aún más restricciones, luego de que la Oficina de Control de Bienes Extranjeros (OFAC, por sus siglas en inglés) se pronunciara sobre el procesamiento de pagos por parte del Estado incluyendo los de cupones, a través de cuentas venezolanas no tradicionales para este tipo de transacciones.

Kamenar aclara que el sistema de pago internacional es complejo y los intermediarios bancarios tienden a cuidarse más de la cuenta, ocasionando que los pagos de Venezuela hayan quedado retenidos consecutivamente.

En consecuencia, el Gobierno tomó la decisión de no pagar más, colocando en una situación complicada la deuda externa del país.

¿Camino al embargo?

Desde septiembre de 2017 hasta mayo 2018, Venezuela ha acumulado una situación de pagos vencidos aproximada de “3.845 millones en pagos vencidos, incluyendo un pago de capital, pero aún siguen en pie los cupones que tienen fecha de pago en los próximos días” recuerda el economista.

El incumplimiento en el pago de la deuda externa podría implicar el embargo de los activos que están en el exterior. En las últimas semanas, esta ha sido una realidad cada vez más latente para el país, un ejemplo de ello es la retención de productos venezolanos por parte de Curazao, las sanciones a los buques y el caso de ConocoPhillips.

La posibilidad de que los tenedores de deuda se sientan atraídos por un embargo, coloca en una situación vulnerable al país y es el reflejo de un modelo económico que no fue planificado “para hacer frente a la cantidad de compromisos adquiridos”.

¿Reestructuración o reperfilamiento?

El estratega financiero de Intelinvest igualmente recuerda que, en el 2016, PDVSA llevó a cabo un reperfilamiento de la deuda externa, en la forma de un canje,  al proponer a los tenedores de bonos con vencimiento en 2017, un intercambio por una mayor cantidad nominal en nuevos bonos con vencimiento en el 2020, que además contaban con atractivas características, como garantía de una parte de las acciones de CITGO y un cupón de 8.5%.

Este mecanismo es opcional, pero ha sido y puede continuar siendo eficiente, dado que “los bonistas estarían dispuestos a aceptar un nuevo bono” y esto “está estrechamente ligado al rendimiento del mismo”.

Sin embargo, bajo el actual escenario de sanciones, esta opción es complicada, pues las sanciones prohiben a los tenedores norteamericanos, quienes representan una parte importante del monto en circulación, recibir bonos procedentes de una nueva emisión. De manera que dicha  opción solo sería válida para otras nacionalidades.

Por otra parte, una restructuración se traduciría en aceptar que no se puede pagar nada y lleva a ofrecer a los tenedores, pagos esporádicos y de poco rendimiento.

Tenencia con miras al futuro

Para concluir, Kamenar resume que las decisiones que tomen los tenedores de bonos dependen de sus necesidades de capital en el tiempo y el plazo que estén dispuestos a esperar. El economista cree que existen dos alternativas  principales: “vender en el corto plazo y rotarse a activos de menor riesgo o esperar un plazo indeterminado hasta que el Gobierno se ponga al día con sus obligaciones o exista una reestructuración de la deuda”.

Bárbara Méndez / @barbie_zml

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Diplomado en Gerencia Fintech profesionaliza actual vocación financiera

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