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Pese a la grave crisis económica que vive Grecia, incluso algunos aseguran que también de instituciones, cada día la isla de Cos en este país es el destino de un tipo de turismo muy particular. Muchos no tienen pasaporte, otros llegan a nado o cancelando hasta su última moneda a un lanchero mercenario. No les importa la situación económica porque de donde vienen las cosas están mucho peor, en otros casos porque la tierra del Partenón es sólo de tránsito para ellos. Sin un futuro cierto, algunos sin dinero o con lo puesto, sólo les queda tomar «hospedaje» en un hotel abandonado hace casi 20 años.

Miles de refugiados procedentes de Siria, Afganistán, Pakistán y otros países han llegado a la isla griega de Cos desde comienzos de 2015 cruzando, abordo de pequeñas embarcaciones de plástico, los cuatro kilómetros de mar que separan la isla de la población turca de Bodrum. El número de refugiados que llega a esta isla del mar Egeo se ha incrementado en los últimos meses alcanzando una media de 50-100 personas diarias, cifra que algunos días se duplica o triplica, señala la ACNUR. Y es que según el responsable de llegadas de la Oficina de Naciones Unidas para los Refugiados, Angelos Kllinis, en 2015 la cifra se ha multiplicado por seis respecto al año anterior.

El precio que pagan los refugiados a las mafias turcas por acceder a una embarcación oscila entre los 300 y los 1.500 dólares. Algunos son rescatados por los guardacostas griegos, apoyados por un barco de la marina italiana, mientras que otros llegan a las playas de la isla por sus propios medios. Una vez llegan a la isla, los refugiados se dirigen a un hotel abandonado que cerró sus puertas hace 18 años y que se encuentra a las afueras de la capital.

«Es muy peligroso, éramos 15 personas y dos eran niños, nos rescató la marina griega a las 6 de la mañana. No nos dieron comida ni recibimos asistencia médica. Nos trajeron al hotel de los huérfanos», señala Muhamed Ismail, un hombre de 40 años procedente de la ciudad paquistaní de Karachi que llegó a Cos hace cuatro días abordo de una pequeña lancha de plástico.

Cos no cuenta con un centro de estancia temporal para alojar a los inmigrantes y las autoridades no proceden a su detención cuando llegan a la isla, por lo que tampoco se hacen responsables de facilitar alimentación ni asistencia médica. En su lugar, varias ONG como Médicos sin Fronteras, Save the Children y grupos de voluntarios se encargan de atender y alimentar a las cientos de personas que viven en el edificio mientras esperan a obtener los documentos que les permitan viajar a Atenas.

Ahmad Safi, 26 años, de la ciudad siria de Deir ez-Zor, llegó a Cos hace más de una semana junto a otras 45 personas a bordo de una embarcación de plástico, por cuyo pasaje pagó 1.100 dólares. Tumbado sobre un colchón en uno de los patios del edificio, Ahmad cuenta junto a sus compañeros de viaje que la estancia en el otrora hotel está siendo muy dura; no hay higiene y hay muy poca comida. «Pero nosotros no pedimos nada a Grecia, sólo que nos dejen pasar».

Alisina Husseini, de 20 años y procedente de la ciudad afgana de Maidain Warderk, llegó a Cos hace unos días. Salió de su país escapando de la guerra y la pobreza. «No sé si mi padre está vivo o muerto, se lo llevaron los talibanes», comenta en los pasillos de lo que algún día fue el Hotel Captain Elias. «Dormimos en el suelo y sólo comemos una pequeña porción de alimentos cada 24 horas», destaca Alisina.

Cada medio día, el personal de ACNUR se acerca a este edificio abandonado para ayudar en la tramitación de documentos necesaria para que los refugiados puedan abandonar la isla, Médicos sin Fronteras se encarga del saneamiento y la asistencia médica y Kos Solidarity, un grupo de voluntarios formado por vecinos de la isla se encarga de repartir una ración de alimentos a cada una de las 600 personas que se encuentran actualmente en el edificio.

«Creamos el grupo el 31 de mayo al ver que esta gente pasa hambre. Al principio los dueños de los hoteles nos daban la comida, pero la actual crisis económica en Grecia ha hecho que cada vez ayuden menos. Ahora son mujeres vecinas de la isla las que pasan 2 ó 3 horas al día cocinando en sus casas para alimentar a unas 600 personas. Antes de existir el grupo nadie les daba comida», indica Athena, una de las voluntarias que cada día se encarga de repartir los alimentos.

Las horas pasan despacio en este hotel abandonado que se encuentra entre el pueblo de Cos y las puertas del campo. Cientos de personas pasan el día tumbadas y matando el tiempo a la espera de ver su nombre en las listas que diariamente anuncian quién puede acudir a la comisaría para obtener sus documentos y así poder pagar los 51 euros que cuesta el pasaje en barco hasta Atenas. La mayoría solo están de paso en Grecia, su objetivo es llegar a países del centro y norte de Europa.

IV

Con información de dpa.

Fotografías dpa.

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