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DOBLE LLAVE – Un grupo de estudiantes de cuatro universidades de Madrid (España), entre los que se encuentran ingenieros, matemáticos, informáticos y biólogos, está desarrollando un ambicioso proyecto para combatir las enfermedades transmisibles por agua en zonas con pocos recursos. En primer lugar, van a diseñar un prototipo de sensor para combatir el cólera, primera causa de muerte por aguas contaminadas y que ocasiona hasta 143.000 muertes al año, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El año pasado ya desarrollaron la tecnología que les permitió fabricar un primer prototipo del sensor capaz de detectar correctamente una proteína. Se trataba de un sensor barato, autónomo, que no necesitaba ninguna intervención humana, así como escalable para poder detectar más de una molécula. Este año dan «un paso trascendental», en palabras del coordinador del grupo, Franciso Quero, con el diseño del prototipo para detectar enfermedades transmisibles por el agua.

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Según apunta, el reto ahora «no es hacer únicamente un sensor que permita detectar correctamente una proteína, sino hacer que sea viable y práctico en países en vías de desarrollo«. Para entender mejor las necesidades de las poblaciones que sufren de casos de cólera y ultimar las características del sensor, visitarán África a mediados de julio para obtener el “feedback” de las distintas organizaciones que trabajan sobre el terreno y probar los métodos que existen actualmente para comprobar sus ventajas e inconvenientes. Esta información «será clave» para el diseño definitivo, según el biólogo.

«La solución que planteamos no es solamente tecnológica. Queremos desarrollar un proceso completo para minimizar el número de afectados por la enfermedad. Para ello, partiremos de la detección del patógeno con nuestro sensor, pero también incluiremos acciones de prevención, el tratamiento de aguas contaminadas o, incluso, un plan para el manejo de la nueva tecnología por las comunidades locales. Por ello, tienen que ser unos sensores prácticos, de fácil manejo y baratos porque van destinados a zonas con pocos recursos», explica Quero.

Su proyecto participará en noviembre en los Premios iGEM, que se entregarán en Boston (Estados Unidos). En esta edición participan 340 equipos de 45 países, unas 6.000 personas en total. «Somos conscientes de que nuestro proyecto es ambicioso y no descartamos el mayor reconocimiento en estos premios, por lo que significa, por su dificultad y, sobre todo, porque está destinado a salvar vidas en países en vías de desarrollo», comenta el investigador.

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«Para desarrollar una tecnología de este tipo hacen falta reactivos, equipamiento de laboratorio, formación y divulgación. Eso sin contar los costes propios de la competición, desde las inscripciones hasta la visita a los diferentes congresos que se organizan durante el año para la necesaria divulgación del proyecto», explicó Quero.

María Alejandra Guevara

Con información de Infosalus.com 

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