La planta debe su inesperada popularidad y su repentina muerte a la mala planificación económica
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DOBLE LLAVE – La pequeña hoja de moringa tuvo un repentino auge y un silencioso declive en nuestro país. De repente, la economía informal se llenó de vendedores de la planta, que iban desde buhoneros con puestos en las calles hasta revendedores en los vagones del Metro. A donde quiera que se caminaba se escuchaban gritos promocionales de la planta o enérgicos discursos sobre sus propiedades. Pero esto cesó en algún momento indefinido. Ya la moringa no es un protagonista en las calles y bulevares. Súbitamente, desapareció de la misma manera que llegó.

 ¿De dónde vino?

La moringa en nuestro país tuvo un inicio político. En un punto del 2014, varios actores políticos empezaron a recetársela para “curar sus males”, por lo cual algunos medios nacionales e internacionales hicieron eco de estas declaraciones para dar a conocer las propiedades de la inocente planta.

Pero el verdadero nacimiento de su popularidad se remonta al año 2012 y no en Venezuela, sino en Cuba. A causa de los rumores que circulaban sobre su muerte, Fidel Castro se vio obligado a escribir un artículo en un periódico local explicando que seguía fuerte y sano gracias al “árbol de la vida”: la moringa. El exmandatario aseguró que en ella se contenía todo lo que necesitaba para cuidar su salud y para eliminar la desnutrición.

Dos años después, en Venezuela, 11 toneladas de semillas de moringa estaban siendo importadas para ser entregadas a pequeños y medianos productores, y así sustituir la importación de al menos el 50% de la soya para alimentación de animales de crianza. También se planteaba que los beneficiados iniciasen “sus sistemas productivos” a partir de las donaciones del Estado, como destacó en ese entonces el viceministro de Agricultura y Tierras, José Luis Berroterán, en entrevista para AVN.

Y otro año después de eso, los principales bulevares de Caracas estaban llenos de buhoneros vendiendo la planta, la cual no gozaba de un medio más legal o estructurado para comercializarse que no fuera ese (y todavía, en gran medida, no lo hace).

 ¿Dónde se consigue?

 Esos pequeños y medianos productores que se vieron beneficiados con las toneladas de moringa se encuentran más que todo en el Occidente del país. Aragua, Zulia, Lara y Miranda son algunos de los estados donde se consigue la planta.

Según un vendedor informal de Sábana Grande, que ha preferido mantenerse anónimo, estos productores le venden la moringa a “cualquiera que llegue hasta allá”. En el país no existe una red de distribución de esos cultivos o grandes plantas procesadoras, por lo cual los productores tienen que ofrecérsela a cualquier demanda. “La consigue quien la quiere. En granjas o proveedores”, asegura.

El costo por kilo de la planta varía entre los cuatro mil y los 15 mil bolívares o más a “puerta de granja”, pero puede salir mucho más costoso si se consigue a través de proveedores locales en la capital, los cuales también lo venden a cualquier interesado, sea tienda naturista o no.

Zoraya, una de estas proveedoras de la capital, poseedora de una finca en San Juan de los Morros, asegura que el gobierno solo pide dos requisitos para entregar la planta: que la finca tenga sistema de riego y que se cuente con los permisos de sanidad para la venta de la planta ya nacida. Después de entregado el cargamento de semillas, todo lo demás corre por cuenta del productor. Ella expende la planta deshidratada y en polvo a cualquiera que logre dar con su contacto, ya sea tienda naturista o vendedor individual.

¿A dónde se fue?

Primeramente, aquellos que vieron de la moringa un verdadero negocio y llegaron hasta los productores para conseguir la hoja, ahora son desalojados por la misma fuerza de la ley que intentó crear un sistema de comercialización de la nada, solo dando semillas, llevando a que los sembradores tuvieran que ofrecerla a cualquier interesado. Los buhoneros que tanto la popularizaron poco a poco están siendo desplazados de los bulevares. La policía cada vez está más atenta de mantener esos lugares públicos sin vendedores (de moringa, porque de otros productos hay por montón).

También, según Zoraya, la caída en las ventas de la moringa se debe a la crisis del país. «La gente está pendiente de conseguir comida, no moringa», asegura. Por otro lado, ella ha sido testigo de cómo numerosas granjas han dejado de sembrar esta planta para cultivar caraota o maíz, ya que es lo que más se vende debido a la poca producción de alimentos que hay en el país.

Por ahora, los mayores compradores de Zoraya son fábricas, que utilizan la moringa como complemento proteico de sus productos. De esta forma, empresas de cereales son las más interesadas, así como aquellas que se encargan de producir las cápsulas de moringa, para ser expendidas en farmacias o tiendas naturistas. Todavía se pueden encontrar vendedores de las hojas deshidratadas en lugares como el mercado de Quinta Crespo o las inmediaciones de Capitolio. Sin embargo, encontrarlos es un arduo trabajo, que generalmente solo hacen los interesados.

Y al final, ¿qué hace?

Esta pregunta puede ser respondida de manera muy rápida por un buhonero. Al preguntar, una lluvia de propiedades y cualidades lo dejará verdaderamente fascinado con la planta, que según estas indicaciones podría hasta ayudar a combatir la diabetes. Pero mucho de este discurso es falso.

La moringa es principalmente una importante fuente de proteínas. Se llega a decir que tiene el doble de proteínas que la leche o el huevo y que es un importante ayudante contra la desnutrición. De hecho, hay rumores de que las plantaciones en Latinoamérica comenzaron cuando en Malawi se popularizó la planta por ser usada efectivamente para reducir las muertes por la desnutrición, a mediados de los 70.

También, tiene un alto contenido de vitaminas y tiene propiedades antiespasmódicas y antiinflamatorias. Consumirla ayuda a elevar las defensas del cuerpo y a reducir el colesterol en la sangre. Es sin duda una planta muy versátil y útil, que tuvo sin embargo una inesperada participación en la política. A ésta debe su actual popularidad y, de manera paradójica, incluso su impopularidad ante algunas fuerzas de la ley.

 Miguel Rivero

Fotografía de Cheché Díaz.

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