Migración Colombia indicó que cada día ingresan por ese punto al país unas 37 mil personas provenientes de Venezuela
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DOBLE LLAVE – Tras casi un año de relativa calma, aunque siempre con una masiva migración desde el lado venezolano, el drama humano volvió con fuerza a la frontera entre Colombia y Venezuela a raíz de medidas tomadas por el Gobierno colombiano que buscan controlar la compleja situación.

El caos y la tensión se sienten desde el viernes, principalmente en el puente Simón Bolívar, que comunica Villa del Rosario (Colombia) y San Antonio (Venezuela), considerado históricamente uno de los puntos fronterizos de mayor tránsito en América Latina.

Muy cerca del puente está la ciudad colombiana de Cúcuta, capital del departamento de Norte de Santander, donde desde hace meses se observa un panorama inquietante con miles de venezolanos durmiendo en los parques.

Según Migración Colombia, entidad que depende del Ministerio de Relaciones Exteriores, cada día ingresan por ese punto a Colombia unas 37 mil personas. La gran mayoría retornan a Venezuela, pues cruzan la frontera para estudiar, trabajar o para abastecerse de alimentos o medicinas, pero es incierta la cantidad de venezolanos que deciden quedarse.

Lo cierto es que cada día parece crecer el número de venezolanos en las calles de Cúcuta, en ciudades del litoral caribeño o incluso en urbes como Bogotá, muy distante de la frontera y en donde pululan los vendedores informales de arepas.

La frontera volvió a sacudirse el jueves pasado por nuevas medidas adoptadas por el Gobierno colombiano, que llegó a la conclusión de que la situación «se desbordó».

 

Casi un millar de venezolanos fueron expulsados el mes pasado de un coliseo deportivo que se habían tomado en Cúcuta para dormir. La Alcaldía dio la orden del desalojo para evitar que el problema fuera más grave, pues encapuchados lanzaron bombas incendiarias para obligar a salir a las personas.

Las medidas anunciadas por el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, establecen más controles en el flujo migratorio. Si bien no se trata de un cierre de la frontera, las inspecciones demoran el flujo y desde el viernes se presenta en el lugar una caótica congestión de viajeros.

«Sentimos miedo de que de pronto haya una estampida y queden nuestros niños en medio, porque ellos son frágiles y están asustados», dijo una venezolana al diario «La Opinión» de Cúcuta.

Santos anunció en Cúcuta que el Gobierno colombiano no volverá a entregar a los venezolanos las llamadas tarjetas de movilidad fronteriza, documento que les permitía entrar y permanecer en Colombia por siete días, aunque sin permiso para trabajar.

Sin embargo, el jefe de Estado dijo que los venezolanos pueden entrar a Colombia con su pasaporte, que es sellado para una estadía de 90 días, con posibilidad de ser prorrogada por otro periodo igual.

Asimismo, Santos dijo que otra opción es el trámite de un permiso especial de permanencia, que les permitirá a los venezolanos vivir y trabajar hasta por dos años.

Pero muchos venezolanos que se apostan a lado y lado de la frontera dicen que no comprenden las nuevas normas adoptadas por Colombia, mientras sostienen tarjetas de movilidad que ya no son aceptadas.

Obligados a tramitar el pasaporte, los pobladores de la frontera argumentan que ese un problema adicional por las dificultades para obtener ese documento.

Algunos aseguran que no pueden destinar para la expedición del pasaporte el poco dinero con el que ingresan a Colombia para comprar alimentos y medicinas que escasean en su país.

María, una venezolana que habló con la cadena radial Caracol en el puente Simón Bolívar dijo que llegó a ese lugar «con la tarjeta de movilidad vencida y con el corazón en la mano».

«Esto es muy duro, están acabando con nuestro país y ahora con esto no sabemos qué hacer. ¿Cómo vamos hacer, si en el Saime (servicio de identificación y migración de Venezuela) hay una mafia alrededor de la expedición de documentos y ahí empieza el problema para nosotros? No tenemos cómo hacerlo, la Guardia (Nacional) está con el Gobierno (venezolano) y nos atropella», concluye.

Por Rodrigo Ruiz Tovar (dpa).

Con información de dpa.

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