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DOBLE LLAVE – Un estudio desarrollado por la Universidad de Johns Hopkins (Estados Unidos) demostró que el déficit de vitamina D desde el nacimiento a la primera infancia aumenta en un 60% el riesgo de sufrir una mayor presión arterial durante la infancia y la adolescencia, lo que supone más posibilidades de padecer enfermedades cardiovasculares.

Para el desarrollo del estudio, que fue publicado en “American Heart Association Journal Hypertension”, los investigadores evaluaron a 775 niños desde el momento del nacimiento hasta los 18 años. La mayoría de los participantes vivía en un área urbana de bajos ingresos y el 68% eran afroamericanos. Así, los expertos definieron los niveles bajos de vitamina D como menos de 11 ng/ml en la sangre del cordón umbilical al nacer y menos de 25 ng/ml durante la primera infancia.

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De este modo, se ha puesto de relieve que aquellos niños nacidos con déficit de vitamina D presentaban un 60% más de riesgo de sufrir presión arterial sistólica elevada entre los 6 y los 18 años. Así mismo, quienes tenían niveles constantemente bajos durante la primera infancia sufrían el doble de riesgo de presión arterial sistólica elevada entre los 3 y los 18 años.

La vitamina D es necesaria para que el cuerpo absorba calcio, por lo que supone un gran aporte para fortalecer la estructura ósea. Esta es producida por el propio organismo cuando se produce la exposición a la luz solar. Por lo tanto, puede encontrarse en algunos alimentos como los huevos, el salmón o los productos lácteos fortificados.

En este sentido, Guoying Wang, autor principal del estudio y científico asistente en la Escuela de Salud Pública Bloomberg de la Universidad Johns Hopkins (EE.UU), ha concluido que aunque no existen recomendaciones de la Academia Estadounidense de Pediatría para examinar a todas las mujeres embarazadas y niños pequeños para detectar los niveles de vitamina D, los hallazgos del estudio ponen de relieve la posibilidad de que el cribado y el tratamiento del déficit de vitamina D con suplementación durante el embarazo y la primera infancia podrían ser un enfoque eficaz para reducir la presión arterial alta en los años posteriores.

María Alejandra Guevara

Con información de dpa

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