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Japón es considerado un país desarrollado, pero existe un oscuro negocio de trata de personas, de niñas, de colegialas.

En el país nipón, por la excesiva devoción al trabajo, las familias son disfuncionales. El padre trabajando 12 horas al día más horas extras, la madre hace lo mismo y los largos viajes propician que ya no haya tiempo para descansar ni para estar pendientes de los hijos, y mucho peor si los sueldos son bajos.

Entonces, viene el descuido y la necesidad de las adolescentes de vivir en un mundo rodeado del «joshi kosei osampo», mejor conocido como JK, que significa caminata con colegialas o cultura de las colegialas, donde la televisión, la música y los show, giran en torno a esa corriente, la cual es aprovechada por adultos japoneses en beneficio propio.

En los principales centros comerciales de Tokio se realizan espectáculos de grupos K pop, donde verdaderas colegialas de entre 14 a 17 años bailan y cantan, no para un público adolescente como se podría esperar, sino para una audiencia adulta, quienes pagan sus entradas para ver a las adolescentes.

Al final del show, los adultos se acercan a las «artistas» para conversar con ellas, verlas de cerca y hasta para sacar una cita e ir a caminar, conversar o algo más, esto según la suma de dinero que ofrecen en la caja de los establecimientos.

Un problema difícil de abordar

“Parte de los motivos por los que existe esta especie de cultura de las Lolitas en Japón es porque hay muy pocas oportunidades para las mujeres”, explica en el documental hecho por Vice News  Jake Adelstein, un periodista estadounidense que lleva décadas trabajando en Japón.

El país nipón tampoco se distingue por ofrecer unos servicios sociales muy espléndidos y muchas adolescentes que tienen dificultades monetarias acaban en el negocio para sobrevivir.

Por supuesto, la prostitución infantil no es legal en Japón. El pasado mes de mayo la policía de Tokio arrestó a tres hombres que dirigían un negocio en el que se ofrecía a los consumidores masculinos ver a adolescentes en ropa interior. El problema es que al permitir servicios como dar paseos o leer el futuro, que son legales, es difícil determinar que una cosa lleve a la otra, y muchas de las chicas que acaban en la prostitución no se atreven a decírselo a nadie.

La relación de los japoneses con la pornografía infantil viene de años atrás y sus avances legales para reprimirla han sido muy lentos. Ahora es ilegal poseer fotos de abuso sexual, pero la producción y distribución de este tipo de imágenes recién habían sido prohibidas en 1999, por lo cual Estados Unidos había declarado a Japón centro internacional de producción y tráfico de pornografía infantil.

Si bien este problema viene desde hace 20 años, en Japón el negocio del JK no es considerado como trata de personas, pues las niñas no son encerradas ni privadas de su libertad, pero existen hombres adultos para los cuales trabajan y son ellos los que se llevan la mayor parte de las ganancias.

El gobierno japonés firmó la Declaración Universal de los Derechos Humanos y es miembro de la Organización de las Naciones Unidas. Japón también avala el protocolo de Palermo contra la trata de personas, pero no toma acciones en contra de esta práctica que pareciera evidente.

Práctica común 

Granada es la capital turística por excelencia de Nicaragua, pero el auge del turismo también ha estado acompañado por un crecimiento más que evidente de la prostitución. Con una preocupante particularidad, la gran mayoría de las trabajadoras sexuales de Granada son menores de edad.

El comercio sexual con menores y adolescentes no es un secreto en esta ciudad de callejuelas estrechas por las que aún circulan coches tirados por caballos. Aunque lo mismo tal vez podría decirse de toda Nicaragua. Después de todo, en el país con la tasa de embarazo adolescente más alta de América Latina no debería extrañar que un número considerable de las trabajadoras sexuales entren al negocio desde muy jóvenes.

En un documental que Caracol Televisión y Discovery lanzaron en conjunto, Michela Giorelli de Discovery Communications afirma que “este negocio mueve cada año cerca de 5 mil millones de euros, siendo una de las industrias más lucrativas, y al Caribe llegan anualmente cerca de 30 mil personas provenientes de Europa en busca de sexo”.

Niñas vírgenes son buscadas por clientes dispuestos a pagar lo necesario para estar con ellas. Según cálculos de Unicef, en Colombia se explotan alrededor de 35 mil menores de edad, de los cuales gran parte muere debido al abuso de sus proxenetas y al consumo de drogas.

En Barcelona España, tuvo lugar la última gran operación contra la trata de mujeres, que son obligadas a prostituirse casi desde niñas. Según estadísticas extraoficiales, cada dos semanas la policía encuentra, en diferentes operativos, a una menor obligada a prostituirse.

Medio millón de menores son víctimas de la explotación sexual en el mundo. Compradas y vendidas, convertidas en niñas perdidas.

Patricia Aular

Video cortesía de VICE News

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