El ataque con gas tóxico en las ciudad siria causó polémica e indignación en todo el mundo
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DOBLE LLAVE – Mohammed Abu Abdu es camarógrafo y ha filmado muchos ataques aéreos en la guerra civil que se libra en Siria. Lo que vivió el martes no lo olvidará nunca. Cuando vio los cazas en el cielo sobre la ciudad de Jan Sheijun, corrió a la terraza. En sus imágenes se ven dos densas columnas de humo.

«Fue un avión sirio, lo vi», cuenta. «Vi como lanzaron cuatro misiles desde el norte«. Lo que vivió después lo describe en apenas dos palabras: «Puro horror».

Llamó enseguida a un pariente que trabaja para los servicios de rescate, que partió de inmediato para la zona. Poco después, el pariente le llamó y le dijo: «Aquí pasa algo, llama a alguien. Es un ataque con sarín». Abu Abdu llamó a los equipos de rescate en Jan Sheijun y les contó que se podría tratar de un ataque químico.

Poco después comenzaron a circular en las redes sociales las primeras imágenes sobre las víctimas. Muestran a personas que yacían temblando, inmóviles, con dificultad para respirar. Los equipos de rescate las regaron con agua para intentar lavar el presunto agente químico.

Los hospitales se llenaron de víctimas, los médicos suministraron a los heridos oxígeno, del que le queda poco. Al menos 86 personas murieron en Jan Sheijun. Como el gas es más pesado que el aire y tiene tendencia a caer, muchas de las víctimas son niños. Al menos 30 menores murieron, según las cifras que manejan los activistas.

«El pavor cundió en toda la ciudad», contó Abu Abdu. «A través de la radio de los equipos de rescate oía cómo las mujeres chillaban pidiendo ayuda, cómo los hombres gritaban y como los rescatistas, presos del pánico, intentaban afrontar lo que estaban viendo. En toda la ciudad cundió el pánico».

Yalal Hamad al Yussif cree que también respiró gas tóxico cuando su barrio fue bombardeado. Una de las zonas atacadas estaba cerca de una panadería en Jan Sheihun, dijo este hombre de 44 años: «Sentí dolor de cabeza y vomité. Después perdí el conocimiento», relató. Cuando despertó, estaba en un hospital en la ciudad turca de Antakya, a donde fue llevado tras unas tres horas en coche desde Jan Sheihun.

En su habitación, Yalal está conectado a una botella de oxígeno. Sus ojos todavía le duelen, cuenta. En el hospital han sido ingresados 13 parientes suyos.

Las autoridades turcas están analizando además la sangre de las víctimas para investigar si hay rastros de gas venenoso. Para el ministro de Justicia, Bekir Bozday, no hay duda alguna de que se empleó un gas venenoso. Así quedó demostrado en las autopsias practicadas a tres cadáveres, dijo. Según ha señalado Moscú, el ataque sirio impactó en un arsenal insurgente con munición que era gas tóxico. Los rebeldes sostienen que esta es una mentira.

En Antakya está siendo atendido también Mustafa Askur, un hombre de 40 años que está casado. El ataque lo sorprendió en Jan Sheijun cuando se dirigía al trabajo y vio a muchas personas inconscientes en el suelo. Cuando quiso ayudar, él también perdió el conocimiento, cuenta.

«No he cometido ningún delito, no he hecho daño a nadie, tan sólo quiero cuidar a mi mujer y a mis padres», dijo. Todavía tiene los ojos continuamente llorosos por el gas tóxico. Le caen las lágrimas sin que las pueda controla. La guerra civil ya le hizo abandonar una vez su casa y huyó a Jan Sheijun. «Ahora estoy aquí y no tengo dinero ¿Qué he hecho?».

Tras el supuesto ataque con gas tóxico, muchas personas no pueden creer lo que ha pasado. El activista Abu Mady al Jani informó en un mensaje de audio que en el cementerio de la ciudad se puede ver a hombres y mujes con sus hijos muertos en brazos. «Se niegan a enterrarlos porque creen que pronto volverán a despertar». El gas venenoso apenas se puede percibir y los muertos parece que están dormidos.

Abu Mady contó que vio a una mujer en estado de shock junto a sus hijos muertos. «Les decía: ‘Lo sé, volverán a despertarse. Lo sé, volverán a jugar e ir a la escuela. Con ayuda de dios volverán a abrir los ojos'».

Casi todas las familias en Jan Sheijun han perdido a alguien, cuenta Abu Madschd: «Toda la ciudad está envuelta en dolor y sufrimiento».

Por Weedah Hamzah y Jan Kuhlmann (dpa)

Fotografías REUTERS.

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