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Los multimillonarios de Wall Street, los magnates y jefes de compañías, destacan por sus talentos con los números. Que hayan hecho una fortuna no es casualidad: las cuentas, casi siempre, están a su favor. Esto marca una considerable diferencia respecto a los artistas y deportistas, quienes en la elite de sus trabajos conforman otro grupo de millonarios contemporáneos. ¿Cuál es esa diferencia?, estos últimos han sumados salarios de seis, siete y ocho dígitos gracias a disciplinas en las que, directamente, no tienen que sacar muchas cuentas.

A partir de ahí se hace necesario el asesoramiento de contadores, representantes y demás personas que se encarguen de administrar las cuantiosas ganancias del atleta o del artista en cuestión. Pongamos el foco en lo que nos atañe: los futbolistas. Mantenerse en la elite de su profesión demanda días continuos de entrenamientos y de sumergirse en su trabajo. Ni su preparación ni su tiempo están al servicio de responder preguntas como qué hacer con tanto dinero. Igualmente, al carecer de la sapiencia de un empresario para moverse entre tarjetas y cheques, resultan más expuestos a ser estafados por sus colaboradores. O, cuando menos, a no tener consciencia plena de cómo se está manejando su dinero.

Quizá por eso se hayan puesto de moda escándalos fiscales como los de Lionel Messi. Escribe el periodista Ernesto Morales:

Cuando en este 2014 Messi dijo que no sabía nada de sus cuentas bancarias y deudas con Hacienda, que todo eso lo llevaba su padre, difícilmente no estuviera diciendo la verdad. No solo porque su genio es para el fútbol, no para la economía y la mercadotecnia, sino porque él solo ponía las piernas. Su síndrome de Asperger da para una concentración extraordinaria en un asunto (en su caso el fútbol), y para nada más. Los cerebros que controlan los hilos de su nombre, su marca y su cotización, empiezan en su padre y terminan, quién sabe, en una red de abogados y firmas donde cada cual saca su apetitosa tajada.

A Messi, su padre le decía: “Tú juega al fútbol. Déjame el resto a mí”. El chico al que ni la escuela, ni otros deportes, ni la televisión ni los viajes le interesaban, el rosarino pequeñito de 10 años, al que solo le interesaba inyectarse los muslos para poder jugar al fútbol, de repente se descubrió debiéndole 35 millones de euros a Hacienda.

En el 2013, Lionel Andrés Messi fue acusado junto a su padre por la Fiscalía de Delitos Económicos de Barcelona. Les endilgaban tres delitos contra la Hacienda Pública, por supuesto fraude por más de cuatro millones de euros en sus declaraciones de Impuesto sobre la Renta de Personas Físicas (IRPF) de 2007, 2008 y 2009. La estrategia de evasión, según la Fiscalía, se centró en la cesión de los derechos de imagen del futbolista a sociedades instrumentales radicadas en paraísos fiscales ubicados en países como Belice y Uruguay.

Si bien es probable que haya muchos jugadores con mayor malicia, de la que aparenta Messi, para moverse fuera de la cancha, no deja de ser cierto que una gran mayoría está imbuido en su pequeño mundo casi perfecto, de fantasía, que le impide plantearse seriamente que algo no anda bien entre sus lujos y glorias de fin de semana. De no ser ese el caso, no habría sido tan sonada la noticia de Javi Poves, el ex jugador del Sporting de Gijón que, en 2011, decidió dejar las canchas luego de leer a Karl Marx y escandalizarse por los altos salarios que devengaban él y sus compañeros de profesión.

En la película Gol II: Viviendo el sueño, el protagonista Santiago Múñez le pregunta, luego de una fiesta, a su compañero Gavin Harris cómo hace para pagar todos sus exagerados lujos. Gavin, borracho –de alcohol y fantasía–, a modo de broma, le rebota la pregunta a su representante, quien le espeta que él gana mucho dinero. “Ah, sí, porque gano mucho dinero”, le dice Gavin a Santiago. Más adelante se anuncia que Gavin estaba siendo estafado por su representante.

La situación planteada en el film retrata el día a día del fútbol profesional: la mayoría de los jugadores no están al tanto de sus movimientos económicos, y quienes vagamente lo están legan toda su confianza en sus allegados, a fin de poder dedicarse a lo que saben hacer: jugar al fútbol.

En el 2012 estalló un escándalo que involucraba a Javier Mascherano y Xabi Alonso, quienes fueron compañeros en el Liverpool y se relacionaron con el empresario I.M.

Ambos jugadores fueron traspasados a la Liga Española BBVA en 2009 y 2010, respectivamente. Fue en esos años cuando la operación, dirigida por I.M, cobró fuerza. La compañía del empresario, Igmasa Gestió Management Company Servicos e Gestao, se concentraba en inversiones financieras con ramificaciones en diversos paraísos fiscales, incluyendo la zona franca de las islas portuguesas, concretamente en Madeira. Fue precisamente allí donde Alonso figuraba como accionista de Kardzali  –una de las ramas de Igmasa– y Mascherano de Anadyr Overseas –otra “filial”–. Cuando Casanovas decidió mover las compañías de Madeira a otros paraísos fiscales en Panamá, el traspaso fue hecho a nombre de los futbolistas, beneficiándolos con la nulidad impositiva de que aquellas acciones no hubiesen tenido lugar en España. Se calcula que cada uno de los jugadores se ahorró un millón de euros en impuestos gracias a esa transacción.

Un jugador que sí pareció prepararse para el mundo de los negocios fue David Beckham. El inglés, al relacionarse con la ex Spice Girls, Victoria Adams, se rodeó de personas que lo enseñaron a moverse entre flashes y cuentas bancarias. El ex del Manchester United empezó a desenvolverse mejor fuera de la cancha que dentro.

En el 2004 en España se aprobó una ley que fue conocida como la “ley Beckham”. De este modo, la legislación española admitía que los trabajadores que llegaran a España contratados por empresas con domicilio fiscal en el país pudieran acogerse a un sistema de tributación especial para no residentes durante seis años –el año en que eran contratados más los cinco siguientes–, siempre que no hubiesen residido en España los diez anteriores. A estos trabajadores se les aplicaba un tipo fijo del 24% en lugar del tipo máximo del 43%. Ocurría que normalmente, por los sueldos, solo podían acogerse los ejecutivos de grandes empresas y la mayoría de futbolistas que tenían salarios millonarios. Esta ley, que se introdujo en España con la llegada de Beckham al Real Madrid, fue abolida en el 2015.

Las movidas “fraudulentas” se han hecho rutina en cada ámbito del fútbol. Como en los fichajes. El caso del traspaso de Neymar al Barcelona es un buen ejemplo, así como los múltiples manejos ilegales de pasaportes y dinero en los traspasos de jugadores argentinos.

Dicen que los futbolistas viven en una burbuja, ajenos del mundo real. Javier Aguirre lo deja claro en una entrevista que le concedió a Juan Villoro: “No nos equivoquemos: estamos inmersos en un contexto social, en nuestro México, y hay que decir algo: el jugador vive en una burbuja, siente que no le va a pasar nada, como se sintió Cabañas en su momento (…). Rubén Omar Romano salía todos los días del entrenamiento de Cruz Azul sin ningún problema, con esos camionetones y esos relojotes y esas joyas. Y no solo Rubén: todos andamos en las mismas, vivimos en una irealidad”. Sin embargo, a veces, esa burbuja se rompe y es en los tribunales donde más de un futbolista tiene que recordar que hay vida, y reglas, fuera de la cancha.

LS

Fotografía REUTERS/Albert Gea.

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