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Fue en el año 2004 cuando Luis Díaz Cordoba, sus hermanos y varios socios emprendieron una serie de restaurantes en Madrid, con la que finalmente esperaban concluir con un concepto exitoso de hostelería.

Ensayando la fórmula de “prueba-error” desarrollaron un negocio donde la operativa era sencilla, al igual que la gestión, aderezado todo ello con un local muy cuidado en cuanto a la ambientación y la imagen.

Ya para 2010 tenían “Barra de Pintxos”: la mejora y evolución del concepto anterior, con la vista puesta ya en franquiciarlo y así replicarlo en diferentes ubicaciones. Aquí se volcaron todos los conocimientos adquiridos y empezaron el proyecto de expansión.

Antes de lanzarse a la piscina de la franquicia, maduraron con calma un concepto basado en la calidad y ambientación del local. El caudal de experiencias de estos socios culminó en una serie de claves fundamentales que les ayudaron a pisar el mayor tiempo de éxitos:

Concepto sencillo, pero no simple. En este negocio los protagonistas son unos pinchos grandes recién hechos. El local presenta una barra central, terraza, un diseño muy cuidado y una dimensión de entre 100 y 120 metros cuadrados. La sencillez de la gestión es uno de los principales rasgos definitorios de la cadena, algo que se refleja en la actividad cotidiana.

Sin necesidad de meterse hasta en la cocina. Esta reivindicación de la sencillez responde al perfil de asociado que buscan. La operativa está alineada para que el franquiciado –inversor- lo pueda llevar y controlar desde fuera, como un negocio más, sin necesidad de atesorar experiencia previa en la actividad y consiguiendo una elevada rentabilidad.

Consolidar y después crecer. Con cinco unidades (dos propias y tres franquiciadas), la marca ha firmado dos aperturas más y está en negociaciones para poner en marcha otras cuatro.

DS

Con información de Emprendedores

Fotografía Gettyimages

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