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DOBLE LLAVE – A sus 15 años Sara*, estudiante de bachillerato en ese entonces, y en una relación con un muchacho cinco años mayor que ella, recibió una de las noticias que ninguna joven a esa edad espera: sería mamá. Y aunque la llegada de un bebé al mundo es catalogada, generalmente, como «una bendición» que debe aceptarse y celebrarse, en su casa no fue así. Sus padres le dijeron que no «iba a echar a perder su futuro» por lo que abortó por presión.

La interrupción de un embarazo es una idea que viene a la mente de muchas féminas que no están en una relación estable, al no poder mantener económicamente a un hijo, por el hecho que el bebé venga con malformaciones, si es producto de una violación o sencillamente porque no desean tenerlo.

La palabra aborto genera ruido en la mayoría de las sociedades conservadoras las cuales consideran que es pecado o que las mujeres deben ser responsables tras un encuentro sexual. Sin embargo, en opinión de organizaciones feministas que defienden el derecho a decidir (Pro-choice como se conoce al movimiento internacionalmente) la despenalización del aborto, así como su procedimiento gratuito y seguro, sería para que menos mujeres fallecieran durante éstas prácticas.

En Venezuela tiende a hablarse de los altos indices de embarazos adolescentes (uno de los mayores en América Latina) pero existe también la otra cara de la moneda, jóvenes que deciden abortar para no ser parte de una estadística «más aceptada».

Tal es el caso de Lucía* quien a sus 21 años y al salir de una relación, que ella misma catalogó como abusiva y tóxica, quedó en estado. A los cuatro días de haberse enterado y con tres semanas de embarazo decidió que ella, aún, no sería mamá.

«Después de tomar la decisión de no tenerlo (nunca le conté al padre), averigüé, me informé, leí, pregunté y di con el procedimiento. En los blogs que leí me daban los pros y contras del aborto, cuáles eran las pastillas, de qué manera se usaban, qué había que hacer después», relató. En el mercado negro encontró las píldoras y lo hizo.

«Fue una larga noche. No imaginaba que los dolores serían tan intensos y que la cantidad de sangre sería así. Por más que leí, nada se comparaba a lo que viví. No le conté nada a nadie, nadie estuvo al tanto por lo que estaba pasando. De hecho, no fui nunca al médico luego del suceso, porque tenía miedo a ser denunciada por algo que decidí».

Cárcel como castigo

Pese a lo dificil de la situación, Lucía* siguió adelante y actualmente, siete años después de su aborto, está embarazada y en una relación estable. Asegura que no se arrepiente de lo que hizo y que sigue estando a favor de la interrupción de los embarazos. Confiesa además que de vez en cuando lo recuerda porque «eso nunca se va».

El miedo de la joven se debe a que el Capítulo IV del Código Penal de Venezuela establece en sus artículos 432, 433 y 435 pena de cárcel de seis meses a dos años para la mujer y de doce a treinta meses para el especialista de la salud que lo provoque, además de la suspensión del ejercicio del arte o profesión del culpable.

Esta misma ilegalidad no permite que hayan cifras oficiales del número de abortos que se hacen en Venezuela a diferencia del número de embarazos adolescentes que en 2016, según indicó el representante del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFP) en Venezuela, Jorge González Caro, hubo 101 nacimientos por cada mil mujeres las cuales fueron jóvenes entre 15 y 10 años.

«Es imposible saber con certeza cuántos abortos se practican a diario en nuestro país, ya que ocurren en la clandestinidad. Lo que sí puede saberse con un poco más de precisión es el número de mujeres que mueren como consecuencia de un aborto inseguro, pero incluso esa cifra es difícil de conseguir en un Estado que, violando la Constitución, se niega a publicar oportunamente los índices de mortalidad materna. Así que, aunque no podemos saber la magnitud del problema, no es difícil imaginar que la escasez de métodos anticonceptivos, la precariedad del sistema de salud, la crisis económica y el aumento de embarazos precoces han disparado los casos de abortos en el país y puesto en peligro la vida de muchas adolescentes y adultas», manifiesta Estefanía Reyes, comunicadora social y Coordinadora de la Fundación Proyecto Mujeres. 

Respecto al tema, la sexóloga Yarimar Rodríguez explica: «las mujeres que abortan se enfrentan a posibles efectos psicológicos y físicos, entre ellos situación de culpabilidad y fragilidad en la autoestima y que, dependiendo de la forma en que se practique el aborto, pueden quedar estériles, padecer de algún tipo de atrofio al útero, fibromas, miomas o pro laxos».

La experta comenta que, aunque parezca contradictorio, muchas féminas utilizan el aborto como método anticonceptivo «para no llenarse de hijos» y que algunas «se vuelven indolentes porque sienten que no están matando a alguien».

Las pastillas «de la solución»

El método que utilizó Lucía* fue tomar las pastillas llamadas Cytotec (Misoprostol) las cuales fueron creadas originalmente para la prevención y tratamiento de las úlceras gástricas y duodenales, pero en exceso produce contracciones del útero y por ende, la expulsión del feto. Éste no debe ser usado en embarazos de 12 semanas o más.

Motivado a la escasez de medicinas que se vive en el país, al igual que muchos fármacos, el Misoprostol se consigue a través de Internet. Las seis pastillas necesarias tienen un valor aproximado de Bs 235 mil.

Aunque las píldoras sean «más comunes» también existen clínicas en las cuales por un dinero extra realizan dichos procedimientos, como fue en el caso de Sara*.

Su papá la acompañó y pagó el procedimiento, el cual incluye las pastillas junto al legrado, que actualmente oscila entre Bs 400 y 500 mil al igual que el aborto por succión, también denominado «la aspiradora».

Sara* quien sigue con la misma pareja, cinco años después, asegura que nunca hablan del tema, incluso cuando empezó a buscar familia pensó que era estéril como un castigo por lo que hizo. Admite que se arrepiente de haber abortado y que es algo que hay que pensar muy bien; que no se haga por impulso o miedo como lo hizo ella.

¿Seguir el ejemplo que Chile dio?

"Por fin, firmamos la ley que consagra el derecho que tiene toda mujer a decidir sobre su cuerpo y su embarazo en tres casos sumamente precisos y humanamente difíciles. De ahora en más será su voluntad, no la voluntad ajena, la que determine si ella seguirá o no con su embarazo", dijo la presidenta

«Por fin, firmamos la ley que consagra el derecho que tiene toda mujer a decidir sobre su cuerpo y su embarazo en tres casos sumamente precisos y humanamente difíciles. De ahora en más será su voluntad, no la voluntad ajena, la que determine si ella seguirá o no con su embarazo», dijo la presidenta.

Hace pocos días, Chile fue noticia gracias a que su presidenta, Michelle Bachelet, luego de casi dos años de lucha en el congreso, firmó una ley para despenalizar el aborto voluntario en tres causales:

  1. Peligro para la vida de la mujer
  2. Inviabilidad fetal de carácter letal
  3. Embarazo por violación

Esto en Venezuela parece lejano en estimaciones de Reyes. «A los políticos les da terror siquiera mencionarlo y la sociedad civil no ha hecho suficiente por ejercer presión. Hay mucha ignorancia y desinformación respecto a este tema. Y creo que de ahí viene la mayoría del rechazo. Después de grandes campañas y mucha voluntad política, varios países latinoamericanos, tan o más conservadores que Venezuela, han logrado despenalizar el aborto al menos en tres causales. Sin embargo, en Venezuela ni siquiera nos lo hemos cuestionado».

El derecho a decidir

Cada 28 de septiembre las organizaciones feministas conmemoran el Día Internacional por el derecho al aborto, también llamado Día de Acción Global por un aborto legal y seguro en el cual se promueve la despenalización del mismo así como eliminar el tabú que existe al respecto.

«Interrumpir voluntariamente el embarazo debe entenderse como un derecho humano, transversal al derecho a la vida, al derecho a la salud y a no ser discriminada. Cuando se nos niega esa posibilidad, de manera segura y en condiciones dignas, se nos niegan todos ellos. Todo termina reduciéndose al derecho básico que deberíamos tener todas las mujeres de decidir sobre nuestras vidas y sobre nuestros cuerpos», opina Reyes.

«Históricamente, la sociedad nos ha castigado cuando nos ponemos a nosotras mismas y a nuestro propio bienestar como prioridad. Pero no somos sujetos de segunda y solo nosotras podemos saber lo que es mejor para nuestras vidas», finaliza.

*Los nombres de las mujeres fueron cambiados para proteger su identidad.

Alejandra Watts / @alejandra_watts

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